Ucrania celebra su día de independencia, marcado por la guerra que no cesa y las incursiones que desafiaron los límites establecidos por Moscú.
En un discurso grabado desde la zona fronteriza donde se llevó a cabo una operación militar en Kursk, el presidente ucraniano Volodimir Zelenski declaró: Rusia quería destruir Ucrania, pero la guerra ha regresado a su casa.
Este ataque en territorio ruso, junto con las ganancias territoriales de Ucrania en Járkov, resaltan el giro estratégico del conflicto.
A pesar del creciente enfrentamiento militar, Rusia y Ucrania realizaron un intercambio de prisioneros de guerra por primera vez desde que comenzó la ofensiva ucraniana en Kursk.
El Ministerio de Defensa ruso confirmó el regreso de 115 militares rusos capturados en dicha región, mientras que 115 soldados ucranianos fueron liberados a cambio.
La mediación del gobierno de los Emiratos Árabes Unidos facilitó este canje, ofreciendo un breve respiro en la tensión bélica.
El presidente Zelenski ha pedido al mandatario estadounidense Joe Biden que continúe con el suministro de armas y municiones para Ucrania.
En una conversación telefónica previa al día de independencia, Biden prometió nuevos fondos militares por valor de 125 millones de dólares.
Este apoyo internacional es crucial para Ucrania, según el propio Zelenski: Quien quiera sembrar el mal en nuestra tierra cosechará sus frutos en su territorio.
Esto no es una predicción, ni un alarde, ni una venganza ciega.Es justicia.
El primer ministro indio Narendra Modi ofreció a Zelenski ayuda en la búsqueda de una solución pacífica para la guerra, pero el presidente ucraniano se mantiene firme en su postura: Ucrania necesita armas para defenderse y proteger su territorio e infraestructura.
Zelenski ha caracterizado al presidente ruso Vladimir Putin como un viejo enfermo de la Plaza Roja que amenaza constantemente al mundo con el botón rojo.
Su determinación es inquebrantable, y las acciones del gobierno ucraniano reflejan una creciente separación entre ambos países.
La reciente aprobación de una ley que prohíbe instituciones religiosas vinculadas a Moscú, incluyendo una rama de la Iglesia Ortodoxa rusa, evidencia esta ruptura definitiva.
La guerra en Ucrania continúa con su cruel intensidad, dejando un saldo devastador tanto en vidas humanas como en el tejido social del país.