El pasado mes, el Papa Francisco sorprendió al realizar una visita discreta a la iglesia de San Agustín en Roma, donde se veneran los restos de Santa Mónica, madre del santo católico San Agustín.

La visita coincidió con la previa a la solemnidad dedicada a este último, que se celebra cada año el 28 de agosto y es un día clave para la orden agustina.

El Pontífice pasó algún tiempo en oración ante la capilla donde reposan los restos de Santa Mónica, venerada como la imagen de la conversión por su papel fundamental en el acercamiento de San Agustín al catolicismo.

Posteriormente, saludó a los frailes, monjas y peregrinos presentes antes de regresar al Vaticano.

La visita del Papa ha generado debate entre algunos sectores religiosos, especialmente tras la decisión de no pronunciar una homilía durante su breve estancia en la iglesia.

Algunos analistas señalan que este gesto podría interpretarse como una falta de reconocimiento a la importancia de Santa Mónica y San Agustín para la fe católica.

San Agustín es un gigante de la teología cristiana, afirma el padre Miguel Sánchez, experto en historia eclesiástica.

Su legado intelectual y espiritual ha marcado profundamente al cristianismo occidental.La figura de su madre, Santa Mónica, representa la fuerza del amor maternal y la intercesión por la salvación del alma.

Otros sectores defienden que la visita en sí misma es un acto significativo que evidencia el interés del Papa Francisco por los orígenes históricos del catolicismo y las figuras que lo han moldeado.

El impacto emocional de la visita del Papa a la iglesia de San Agustín se ha sentido notablemente entre los fieles que acudieron al templo en busca de una conexión espiritual con estos santos venerados.